Este blog esta dedicado a todos los amantes de Yukio Mishima

viernes, 20 de abril de 2007

La Princesa AOI Yukio Mishima



LA PRINCESA AOI
(Aoi-no-Ue)

Personajes:

Yasuko Rokujô
Hikaru Wakabayashi
Aoi Wakabayashi
Enfermera

En la sala de un hospital, a medianoche. A la izquierda, una gran ventana con cortinas. Al fondo una cama. Acostada en la cama, AOI. A la derecha una puerta.

HIKARU (Con el impermeable puesto y una valija en la mano, aparece con la enfermera. Es un joven hermoso. En voz baja): Está profundamente dormida.
ENFERMERA: Sí, duerme profundamente.
HIKARU: ¿No se despertará aunque hablemos en voz alta?
ENFERMERA: No, con la droga que ha tomado, no despertará fácilmente aunque haya mucho ruido.
HIKARU (Mirando atentamente el rostro dormido de Aoi): ¡Qué rostro sereno!
ENFERMERA: Sí, ahora está sereno.
HIKARU: ¿Ahora?
ENFERMERA: Sí, porque cuando llega medianoche...
HIKARU: ¿Sufre?
ENFERMERA: Mucho.

HIKARU: Hum. (Se fija en el cartel que cuelga de la cama.) Aoi Wakabayashi. Internada el día 12 a las 19 horas... ¿Hay lugar aquí para que yo pueda dormir?
ENFERMERA (Señalando a la derecha): Sí, en la habitación de al lado.
HIKARU: ¿Y hay también frazadas?
ENFERMERA: Si, las hay ¿Descansaría usted ahora?
HIKARU: No, estaré un rato más así. (Se sienta en una silla y empieza a fumar)... Es que recibí la noticia de su enfermedad cuando estaba viajando. Le dije que se internara; pero evidentemente si tuvo necesidad de hacerlo fue porque se trataba de algo grave, ¿verdad?
ENFERMERA: Tengo entendido que en su señora son frecuentes estos ataques.
HIKARU: Bueno, no es la primera vez. Pero tenía que hacer un viaje de negocios muy importante. Vine a toda prisa; cuando se está de viaje, a uno le preocupan más estas cosas.
ENFERMERA: Me lo imagino, señor. (Suena el teléfono suavemente.)
HIKARU (Toma el auricular y escucha): No se oye nada.
ENFERMERA: A esta hora suele sonar de ese modo.
HIKARU: Tal vez está descompuesto. Pero, ¿para qué se necesita teléfono en la pieza de un paciente?
ENFERMERA: En este hospital todas las habitaciones tienen teléfono.
HIKARU: Pero, ¿de qué les sirve a los enfermos?
ENFERMERA: Ellos son los que necesitan el teléfono. Como no alcanzan las enfermeras, en un caso de emergencia se utiliza el interno. Además, si alguien necesita un libro, puede llamar directamente a la librería, en ese caso se utiliza el externo. Para los llamados de la línea externa, hay telefonistas que trabajan durante las 24 horas, en tres turnos. Sólo a los pacientes que guardan reposo absoluto no se les comunican las llamadas.
HIKARU: Pero, ¿acaso mi señora no necesita reposo absoluto?
ENFERMERA: Así es, aunque una vez dormida se agita bastante. Levanta las manos, empieza a gemir, o mueve el cuerpo a derecha e izquierda. Con todo eso no podemos decir que haga reposo absoluto.
HIKARU (Se enfurece): Pero, en este hospital...
ENFERMERA: En este hospital no podemos responsabilizarnos hasta de los sueños de los internados...
(Pausa. La enfermera empieza a inquietarse.)
HIKARU: ¿Por qué se impacienta?
ENFERMERA: No se preocupa, no es porque me haya sentido atraída por usted.
HIKARU (Ríe forzadamente): ¡Si que es un hospital raro!
ENFERMERA: Ya sé que no hay necesidad de decir que usted es tan buen mozo como el Príncipe Genji (1): Pero en este hospital la disciplina de las enfermeras es sumamente severa. Todas nosotras recibimos un tratamiento psicoanalítico y quedamos libres de nuestros complejos sexuales. (Abre los brazos.) ¡Todo! Cuando sentimos deseo, tenemos a nuestra disposición un medio que nos lo satisface en cualquier momento, y sobre este punto tanto el director, como los otros doctores jóvenes son muy comprensivos. Cuando es necesario nos facilitan un medicamento especial, un medicamento llamado sexo. Así entre nosotros no se produce ninguna complicación.
HIKARU (Asombrado): ¡Qué bien!
ENFERMERA: Por eso, aunque no se le analice, nosotros sabemos que los sueños de su señora obedecen a complejos sexuales. Pero eso no tiene por qué preocuparle. Se la analiza, y se la libera de todo. Para tal fin le hemos sometido a este tratamiento; así podrá dormir.
HIKARU: Dice usted que mi señora está recibiendo el tratamiento para dormir...
ENFERMERA: Sí. (Inquieta.) Por eso soy incapaz de sentir comprensión, y perdóneme, usted, por los familiares de la enferma o por las visitas. ¿No le parece? Son todos fantasmas de la libido. También la visita de todas las noches...
HIKARU: ¿Todas las noches?
ENFERMERA: ¡Ah, se lo dije! Pero no importa... Desde el día en que se internó su señora viene aquí todas las noches. Y los hace a esta hora, a medianoche, porque dice que no puede desocuparse antes. Me había dicho que no lo dijera a nadie, pero sin querer...
HIKARU: ¿Es un hombre?
ENFERMERA: No se preocupe, es una señora de mediana edad, y muy hermosa... Ya es hora de que aparezca. Cuando viene, siempre aprovecho para retirarme a descansar. No sé por qué, estando a su lado, uno se pone sombrío.

HIKARU: ¿Cómo es la dama?
ENFERMERA: En apariencia es una señora muy rica. Está visto que la gente, cuanto más burguesa, más ascética es en el orden sexual... Bueno, creo que es hora de que ella llegue... (Se dirige hacia la izquierda y descorre las cortinas.) Mire usted, ya casi no quedan ventanas con luz. Solamente se ven las luces de la calle. Es la hora del amor. La hora de amar, de luchar, y de odiar. Terminada la lucha del día comienza la lucha de la noche, una lucha más encarnizada y cruel que hace olvidarse de sí mismo... Suena el clarín anunciando el comienzo de la batalla, la mujer se ensangrenta, muere y renace repetidas veces. En ese mundo de lucha, es menester morir una vez para poder vivir. Tanto el hombre como la mujer luchan, llevan una escarapela de luto en sus armas. Su bandera es blanca, pero esa bandera blanca es pisoteada, ajada y hasta manchada con sangre. Tocan el tambor. El tambor del corazón. Los tambores del honor y de la infamia... ¡Qué suave el respirar de los que mueren lentamente! Un hombre muere con la cara hundida en el barro. La vergüenza es la medalla de ellos. ¡Fíjese! Es natural que ni se vean las luces de las ventanas. Lo que se ve hasta la lejanía no son casas, son tumbas. Ni siguiera el claro de luna toca las lápidas brillantes, tumbas sucias, puercas, putrefactas... En comparación con ese mundo, nosotras somos ángeles. Nosotras permanecemos inmutables en el mundo del amor y en la hora de amar. Sólo que, de vez en cuando, estando en la cama efectuamos un cambio químico. Estoy segura de que por más que existan hospitales de este tipo no deben alcanzar en el mundo. El director siempre nos dice eso... ¡Ah, llegó el coche de siempre! Un coche grande plateado. Llega volando y se detiene justo frente al hospital. Mire señor. (HIKARU se acerca a la ventana.) El coche está corriendo sobre el puente. Siempre llega desde allí. Y, mire, dobla por ese lado... y en cuestión de segundos, está frente al hospital. Se abre la portezuela... Bueno, yo me retiro. Buenas noches.

(Se retira por la puerta de la derecha, apresuradamente. Silencio. Suena, apenas, el teléfono, como si estuviera ligada la línea. Después de un tiempo aparece por la puerta de la derecha el fantasma de YASUKO ROKUJÔ. Lleva un kimono de lujo, en las manos guantes negros.)

HIKARU: ¿Cómo, usted, señora Rokujô?
ROKUJÔ: ¿Cómo estás Hikaru?
HIKARU: ¡Con que era usted la visitante de medianoche!...
ROKUJÔ: ¿Quién te ha dicho eso?
HIKARU: .....
ROKUJÔ: ¿La enfermera?... ¡Qué charlatana! No es que venga a visitar a la enferma. Como supe que estabas de viaje, vengo aquí todas las noches para traerle flores en tu lugar.
HIKARU: ¿Flores?
ROKUJÔ (Abre las manos): ¿Ves?, no tengo nada. Son flores invisibles, flores del dolor. (Hace como si las arreglara en la cabecera de la cama.) Al arreglarlas de esta manera, los pimpollos se abren para dar flores grises. Debajo de las hojas se ocultan terribles espinas. Las flores despiden un aroma insoportable. El olor se expande por toda la habitación. Entonces, ¿ves...?, el rostro de la enferma pierde su calma y se estremece de angustia y de terror. (Pone la mano enguantada sobre la cara de la enferma.) Aoi tiene un sueño en el que ve claramente que su rostro se ha transformado horriblemente, el sueño le muestra que su hermoso rostro reflejado en el espejo se trueca en una cara arrugada y horrible... y tocando tiernamente su garganta con esta mano (pone la mano en la garganta de AOI), Aoi tendrá un sueño en el que la ahorcan. La cara se le enrojece, siente dificultad para respirar y empieza a agitar desesperadamente las manos y los pies...
HIKARU (Aparta con violencia las manos de YASUKO): ¿Qué quiere hacerle?
ROKUJÔ (Se aparta, y desde lejos, le habla suavemente): Quiero hacerla sufrir.
HIKARU: Perdón, pero Aoi es mi mujer. No le voy a permitir que haga de ella lo que se le antoje. Retírese, por favor.
ROKUJÔ (Con más suavidad): No me iré.
HIKARU: Usted...
ROKUJÔ (Se acerca y toma cariñosamente las manos de HIKARU): ¿Sabes que esta noche vine únicamente para verte?
HIKARU (Se libera de las manos de YASUKO): Tiene las manos heladas.
ROKUJÔ: Naturalmente, si no corre sangre.
HIKARU: Esos guantes...

ROKUJÔ: Si no te gustan, me los quitaré. Es fácil. (Mientras camina se saca los guantes lentamente y los deja al lado del teléfono.) De cualquier manera, tengo que hacer algo muy importante, algo indispensable. Por eso, pese a ser medianoche, he venido hasta aquí. A medianoche... (Se fija en su reloj de pulsera.) Ya es la una pasada. A diferencia del día, de noche tengo el cuerpo libre. Porque los hombres, como los materiales, duermen profundamente. Todos duermen, esta pared, este mueble, esa ventana. Duermen y están llenos de vacío. Fácil es atravesar por esos vacíos. Atravieso las paredes sin que ellas se den cuenta. ¿Qué crees que es la noche? La noche es el momento en que todo el mundo se reconcilia. De día, la luz y la sobra luchan encarnizadamente. Pero cuando llega la noche, la noche dentro de la casa y la noche fuera de ella, se toman de la mano. Porque son una misma cosa. El aire de la noche se hace cómplice de ellos. El odio con el amor. El dolor con la alegría. Todo, todo se da la mano en el aire de la noche. El asesino, en la oscuridad, sentirá ternura por la mujer que mató (Ríe.) ¿Qué pasa que miras tanto? ¿Acaso estás asombrado por lo vieja que me puse?
HIKARU: Usted juró que no volvería a verme jamás.
ROKUJÔ: Y te alegraste de mi juramento. Luego te casaste con Aoi. (Mira con odio a AOI.) ¡Con esa mujer débil, siempre enfermiza! (Con aire ausente.) Desde entonces no he podido dormir ninguna noche. Me acostaba, pero no podía dormir. Desde aquel momento no he dormido un minuto.
HIKARU: ¿Vino aquí para inspirarme compasión?
KOKUJO: Realmente no sé para qué he venido. Cuando quiera matarte, tal vez desee que tu cadáver me tenga compasión. Yo existo al mismo tiempo en varios estados de sentimiento. No creo que sea extraño que yo viva diversas existencias a la vez.
HIKARU: No entiendo qué quiere decir.
ROKUJÔ (Aproximando la cara): Bésame.
HIKARU: Por favor...
ROKUJÔ: Tus hermosas cejas, tus ojos terriblemente transparentes, tu nariz fría, tus...
HIKARU: Por favor, deje de...
ROKUJÔ: ¡Tus labios! (Lo besa como una ráfaga de viento.)
HIKARU (Se aparte de un salto): ¿¡Qué está haciendo!?
ROKUJÔ: Cuando te besé por primera vez, también te apartaste así, como un ciervo.
HIKARU: Claro que sí. Yo no la amaba. Tenía solamente curiosidad. Seguramente ya sabrá qué castigo corresponde a una mujer que aprovecha de la curiosidad de un hombre.
ROKUJÔ: Dices que no me has amado, que solamente me estudiaste. Eso es lo que piensas, ¿verdad? ¡Qué niño! Puedes seguir pensando así toda tu vida, ya que lo dices.
HIKARU: Yo ya no soy un chico. Soy un jefe de familia. ¿No tiene vergüenza? ¿No ve que la que está acostada a su lado es mi mujer?
ROKUJÔ: Yo vine solamente a cumplir mi misión. No tengo por qué tener vergüenza.
HIKARU: ¿Se puede saber qué es lo que vino a buscar?
ROKUJÔ: Vine para que me ames.
HIKARU: ¿Está en su sano juicio, señora Rokujô?
ROKUJÔ: Me llamo Yasuko, por si lo has olvidado
HIKARU: No tengo por qué llamarla por su nombre.
ROKUJÔ (Se arrodilla repentinamente, abraza las rodillas de HIKARU, que está de pie y lo acaricia con las mejillas): ¡Por favor, te ruego, no me trates así!
HIKARU: Veo que por fin ha perdido el orgullo. (Hablando consigo mismo.) ¡Qué extraño! No me da la impresión de estar abrazado por una mujer, y sin embargo, no puedo mover las piernas.
ROKUJÔ: Desde un comienzo había perdido el orgullo.
HIKARU: ¿Y por qué no lo dijo antes? Entonces las cosas habrían resultado diferentes.
ROKUJÔ: Tú tienes la culpa de no advertirlo. ¿No supiste adivinar que mis ojos habían perdido el brillo del orgullo? Cuando una mujer habla con altivez y dándose importancia es cuando más ha perdido el orgullo. Si una mujer aspira a ser reina, es porque una reina tiene más honores que nadie que perder...
HIKARU: Yasuko...
ROKUJÔ: Sobre esta almohada se puede dormir, una almohada fría y dura que jamás se calienta... mi almohada se calienta apenas apoyo la cabeza. Mi cabeza pasa las noches huyendo de la parte caliente en busca de la parte fría. Pienso que ni las personas capaces de pisar descalzas las arenas ardientes del desierto podrían hacerlo sobre mi almohada.
HIKARU (Un tanto enternecido): Cuidado con lo que dice, que soy un hombre propenso a la compasión.

ROKUJÔ: ¡Ah, ahora comprendo! Te casaste con Aoi por compasión, ¿no es así?
HIKARU (Aparta a YASUKO): Deje de hacer conjeturas por su cuenta. (Se sienta en la silla. YASUKO sigue aferrada a los pies de HIKARU y le acaricia las rodillas como una gata.)
ROKUJÔ: ¡Por favor no me abandones!
HIKARU (Fumando): ¡Si ya fue abandonada hace tiempo!
ROKUJÔ: Todavía me amas.
HIKARU: ¿Vino aquí para hablarme de esas cosas? (Burlándose) ¿No había venido para hacer sufrir a Aoi?
ROKUJÔ (Lánguidamente): Vine para las dos cosas. ¿Me das un cigarrillo? (HIKARU saca un cigarrillo. YASUKO rápidamente arrebata el cigarrillo de la boca de HIKARU y lo fuma. HIKARU enciende el otro.)
HIKARU: En aquellos tiempos yo no estaba seguro de mi mismo. Necesitaba cadenas que me sujetaran. Deseaba una celda que me encerrara. Usted fue mi celda. Pero cuando yo quise ser libre usted siguió siendo mi celda, siguió siendo las cadenas que me oprimían.

ROKUJÔ: Era mi dicha verte cautivo en mi celda y sujeto por mis cadenas, anhelando la libertad. En ese momento me enamoré de veras. Todavía recuerdo, era otoño. A principios de otoño viniste a mi chalet. Yo fui a buscarte en mi yacht. Fui hasta el "Yacht Club" que estaba cerca de la estación... Era un día espléndido. El mástil gemía deliciosamente. Aquel yacht...
HIKARU: Las velas del yacht...
ROKUJÔ (De repente, inquisitiva): Pero, ¿acaso no deseas compartir mis recuerdos?
HIKARU: Lo que pasa es que no son comunes, aunque hayamos estado juntos.
ROKUJÔ: Sí, pero ocurrió en el mismo yacht. Las velas se agitaban sobre nuestras cabezas. ¡Ah, que vengan de nuevo aquellas velas! ¡Que vuelvan otra vez sobre nuestras cabezas!

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