Este blog esta dedicado a todos los amantes de Yukio Mishima

viernes, 20 de abril de 2007

HIKARU (Mirando la ventana): ¿Vendrá desde allí?
ROKUJÔ: ¡Llegó!

(Música extraña. Desde el lado izquierdo se desliza un enorme yacht. Llega majestuosamente y se detiene entre la cama y ellos, de tal forma que oculta la cama tras una pantalla, y parece que los dos están sobre el yacht.)

ROKUJÔ: ¡Estamos en el lago!
HIKARU: ¡Qué viento maravilloso!
ROKUJÔ: Es la primera vez que vienes a mi chalet, ¿verdad? Está allá abajo, sobre esa colina. Poco a poco va surgiendo el techo... bajo aquellos árboles. Es un techo azulado. De noche, los zorros rondan el chalet. Se oyen los aullidos. ¿Escuchaste alguna vez el aullido del zorro?
HIKARU: Nunca.
ROKUJÔ: Lo escucharás esta noche. También el graznido de las gallinas agonizantes cuando los zorros las llevan prendidas por las gargantas.
HIKARU: Bueno, no tengo muchos deseos de escuchar esas cosas...
ROKUJÔ: Con seguridad, con toda seguridad te gustará el jardín. En primavera, alrededor del césped crecen perejiles y su aroma exquisito se expande por el jardín. Cuando llegan las lluvias, el jardín se inunda. Y cuando el agua sigilosamente empieza a cubrir el césped, se ve cómo las hortensias se van ahogando. ¿Viste alguna vez ahogarse las hortensias? ¡Ah, y ahora es otoño! Los alguaciles revolotean entre los juncos del jardín, y vuelan deslizándose sobre el lago, como si fueran trineos.
HIKARU: Su chalet es aquél, ¿verdad?
ROKUJÔ: Sí, el de techo azulado. Al atardecer, según el reflejo del sol, se lo puede ver de mucho más lejos. El techo y los vidrios de la ventana resplandecen de tal manera que parecen un faro señalando la ubicación de la casa. (Pausa.) ¿Qué te ocurre que no dices una palabra?
HIKARU (Suavemente): Puesto que no hay necesidad...
ROKUJÔ: ¡Ah, esa forma de hablar es para mí un bálsamo! La droga que cierra la herida al instante. ¡Maravillosa droga! Sí, pero... tú eres, ya te conozco... una persona que ofrece primero la droga y después la herida, nunca en la forma inversa. Primero la droga... Sí, lo sé bien. Yo ya soy vieja. Cuando me hieren no me repongo tan fácilmente como una mujer joven. Cada vez que me dices cosas tiernas, tiemblo pensando que después de este dulce calmante, una herida me espera. Hasta he llegado a pensar que sería mejor que me tratases con aspereza.
HIKARU: Usted habla como si fatalmente tuviera que sufrir.
ROKUJÔ: Así como después del día viene la noche, es sufrimiento siempre llega a nosotros.

HIKARU: Me resisto a creer que tenga condiciones para hacer sufrir a los demás.
ROKUJÔ: Porque eres joven. Ya te llegará el momento de comprender que cualquier mañana, mientras te levantas y llevas a pasear a tu perro, hay mujeres que están sufriendo por ti. Comprobarás además que la sola existencia tuya en este mundo constituye un motivo de sufrimiento para muchas mujeres. Aunque no las puedas ver y por más que apartes la vista ellas te verán, como el castillo que se yergue sobre la colina de la ciudad.
HIKARU: Cambiemos de conversación.
ROKUJÔ: Sí, creo que es mejor. De cualquier manera quiere decir que no soy tan desdichada desde el momento en que puedo mantener esta clase de conversación.
HIKARU: Ya se divisa claramente su chalet. Se ven las rejas de la ventana del primer piso, y las barandas de madera del balcón. Parece que no hay nadie.
ROKUJÔ: No, no hay nadie. ¡Ah, si pudiera vivir ahí junto a ti hasta morir!
HIKARU: No diga cosas vagas como "hasta morir". Mañana mismo, por un hecho casual, podemos morir. Por ejemplo, si volcara este yacht...
ROKUJÔ: ¡Volcarse el yacht! ¿Por qué no habré comprado para ti un yacht que se hundiera en seguida? ¿Cómo no me di cuenta?
HIKARU (Moviendo el mástil): ¡Mire, se va a hundir!

(YASUKO abraza a HIKARU; los dos se estrechan.)

LA VOZ DE AOI (Desde lejos, apenas perceptible): ¡Socorro! ¡Socorro!

(Al mismo tiempo, se refleja en la vela la silueta de Aoi que se agita alzando los brazos.)

HIKARU: ¿No se oyó hace un momento una voz?
ROKUJÔ: No, algún zorro quizás. Es posible que el aullido del zorro se haya deslizado por el sereno lago desde aquella lejana montaña.
HIKARU: Así parece... ya no se oye más.
ROKUJÔ: ¿No piensas, de pronto, que pudiera ser otra la mujer que está a tu lado?
HIKARU: No, no se me ha ocurrido.
ROKUJÔ: ¿Por qué en este mundo existirán derecha e izquierda?; ¿por qué una cosa tendrá el lado derecho y el lado izquierdo? Ahora estoy a tu derecha y eso significa que estoy lejos de tu corazón. Pero supongamos que esté a tu izquierda, entonces ya no podré ver tu mejilla derecha.
HIKARU: La única solución sería evaporarme, ¿no le parece?
ROKUJÔ: Sí, así debería ser. Cuando estoy a tu derecha siento celos de tu izquierda, pensando que alguien puede estar sentado allí.
HIKARU (Como si sacara la mano por el borde del yacht y tocara el agua): Quien está a mi izquierda es el lago, el lago de manos frías... Mire. (Le muestra la mano mojada.) Está helada, a pesar de que estamos a principios del otoño.
(Del otro lado de la vela se oye un gemido.)
HIKARU: ¿Qué?
ROKUJÔ: ¿Qué pasa?
HIKARU: ¿No oyó? ¿Algo como un gemido?
ROKUJÔ (Escucha): No. Es el mástil que se mueve.
HIKARU: Cambió el viento. (Hace maniobras con la vela. Pero no hay necesidad de moverlas.)... Veo claramente los juncos de la orilla que se inclinan ante el viento. Con el viento, la superficie del lago parece arrugarse, ¿no?
ROKUJÔ: Escucha, Hikaru... si te enamoraras y llegaras a casarte con una muchacha mucho más joven que yo...
HIKARU: Entonces, ¿qué pasaría?
ROKUJÔ: Yo no me mataría por eso.

HIKARU (Ríe): Me parece bien.
ROKUJÔ: Bueno, yo no me mataría, pero sí asesinaría a esa mujer, ¿comprendes? Mi espíritu saldría de mi cuerpo, aunque estuviera vivo, e iría a torturar a esa mujer. La torturaría, la haría sufrir y no la dejaría en paz hasta matarla. ¡Pobre!, esa mujer sufrirá todas las noches la persecución de mi espíritu, hasta su muerte.
LA VOZ DE AOI (Lejana, apenas audible): ¡Socorro! ¡Socorro!
HIKARU: Otra vez la voz. ¿Qué será?
ROKUJÔ: El ruido del viento que agita las velas.

(Se refleja nítidamente en la vela la silueta de AOI que se agita alzando las manos.)

LA VOZ DE AOI (Bastante alto): ¡Ah! ¡ah! ¡Socorro! ¡Socorro!
HIKARU (Sobresaltado): Estoy seguro, una voz...
ROKUJÔ: Es el graznido de las gallinas que los zorros llevan por la garganta, y que trae el viento porque estamos cerca de la orilla.
HIKARU: ¿No es alguien que se está ahogando?
ROKUJÔ: ¿Quién se ahogaría aquí? Si alguien se ahogara sería alguno de nosotros.
LA VOZ DE AOI (Claramente): ¡Socorro! ¡Socorro!
HIKARU: ¡Es la voz de Aoi!
ROKUJÔ (Ríe): No; son las gallinas.
HIKARU: No; estoy seguro, era la voz de Aoi.
ROKUJÔ: ¡Ah, no me abandones!
HIKARU: Usted tiene la culpa. Usted ha...
ROKUJÔ: ¡No, yo no! ¡El culpable eres tú!
LA VOZ DE AOI: ¡Mm! ¡Mm!
HIKARU: ¡Aoi!
ROKUJÔ: ¡Mírame bien, por favor! No es a Aoi a quien amas. ¡No te equivoques y mírame! ¡Soy yo la que tú amas! ¡Soy yo...!
HIKARU (Mueve negativamente la cabeza): No, está equivocada.

(Los dos se enfrentan en silencio. Música extraña. YASUKO, de un salto, quiere ir detrás de la vela. HIKARU la detiene. YASUKO logra desprenderse y va detrás de la vela. HIKARU la sigue. El escenario queda oscuro. Con una música extraña, el yacht se desliza lentamente hacia la derecha. Cuando desaparece, el escenario se ilumina de nuevo. No se ve a YASUKO y sólo HIKARU está de pie, absorto.)

HIKARU (Como si recordara algo, toma el receptor): ¿Aló, aló... aló, por favor me comunica con NAKANO 999...? ¡Aló, aló? ¿Hablo con lo de Rokujô? ¿Está la señora Yasuko? Sí, la señora... ¿Qué hace mucho se acostó? ¿Qué? ¿En el dormitorio? No importa, por favor despierte a la señora. ¿Yo? Wakabayashi. Sí, Hikaru Wakabayashi. Es urgente. Despiértela, por favor...
(Pausa. HIKARU mira hacia la cama, afligido. AOI duerme serenamente.) Aló, aló... ¿Yasuko? ¿Cómo? ¿Qué estuvo ahora en su casa? ¿Estaba durmiendo? ¿Seguro que usted es Yasuko, verdad? (Hablando consigo mismo.) Sí; es su voz... Quiere decir que ésta fue su espíritu... Sí, aló, aló... (Alguien golpea la puerta de la derecha.)
LA VOZ DE ROKUJÔ (Habla claramente del otro lado de la puerta): Hikaru, me olvidé los guantes. Al lado del teléfono hay unos guantes negros, ¿verdad? ¿Me los alcanza, por favor?

(HIKARU, absorto, toma los guantes y, dejando el receptor, se dirige hacia la puerta. La abre y sale. Al mismo tiempo súbitamente la voz del teléfono se amplifica hasta que el público la percibe claramente.)

LA VOZ DE YASUKO POR TELÉFONO: Aló, aló... aló... ¿Qué pasa, Hikaru? ¿Qué pasa que me llamas a estas horas, y te callas de repente?...: Pero, ¿qué sucede? ¿Por qué no contestas? Aló, aló... Hikaru... Aló, aló... (Cuando la voz del teléfono finaliza el "aló", "aló", AOI, que viste un blanco camisón, repentinamente estira la mano hacia el teléfono, cae ruidosamente sobre el piso y muere.

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